Durante una llamada con un cliente, me enseñan la web de un competidor.
“Queremos algo parecido”, dicen.
Hago clic, empiezo a hacer scroll… y ahí está: el momento en que la Fuerza tiembla.
(Enlace a la foto, si tienes valor: https://bit.ly/darthwellness)
Un hombre medio desnudo, sumergido en un cilindro criogénico, rodeado de vapor tan denso como la niebla de Dagobah.
En teoría, debería transmitir salud, biohacking, regeneración celular.
Pero mi mente — mitad Heidegger, mitad cine Troma (¡yeah!) — solo ve una cosa: Darth Vader.
No el Vader final, sino ese momento intermedio.
Anakin, desfigurado y traicionado, mientras lo encierran en su armadura biomecánica.
Ojos de vidrio. Piel pálida. Vibras de “estoy a punto de aniquilar al Consejo Jedi”.
Nada de wellness.
Esto es una cámara bacta de lujo con toque de diseño.
Y me imagino a Anakin diciendo al encargado del spa:
“¿Sabes? Prefiero los baños de barro detox de Tatooine — con arena gruesa, de esa que te exfolia hasta el alma —, la talasoterapia ácida de Mustafar o las termas imperiales de Naboo, donde un droide G2 bienestar te sirve jengibre confitado.”
Y, la verdad, me entraron ganas de reservar una sesión yo también.
En el peor de los casos, salgo convertido en supervillano.
En el mejor, con una piel resplandeciente.
Que la Crioterapia te acompañe.
Hasta la próxima semana,
Simone Puorto