Plantear un estándar común para la interoperabilidad de datos en hotelería es como entrar en la Plaza Mayor durante Semana Santa con una camiseta de Sepultura. Una herejía semántica, un sacrilegio ontológico contra un sistema que se alimenta de guerras tribales y batallas entre proveedores tecnológicos. Con mi amigo y hermano Enzo Aita lo intentamos hace 15 años: una base de datos única, compartida, anonimizada, gratuita. (Spoiler: todos pasaron de nosotros).
Y sin embargo, eso es justo lo que necesitamos con urgencia: una capa ARI unificada. Disponibilidad, Tarifas, Inventario. No para los humanos, ojo. Para ellos. Los agentes.
Interfaces sin rostro ni emociones, a las que les da igual tu web de diseño espectacular. Huéspedes ciegos, mudos e impacientes, que no buscan inspiración sino acceso. No miran, procesan. No navegan, consultan. No tienen cuentas bancarias, y aun así, reservan.
Hace falta que los PMS, CRS, channel managers, motores de reserva y toda la cadena sagrada dejen de pelearse por un cutre tres estrellas en Cattolica y empiecen a hablar el mismo idioma: estructurado, interoperable y legible por máquinas desde su concepción. Un W3C para los datos hoteleros.
Sé lo que piensas: «Pero mi hotel es único.»
No. Para un agente, tu hotel es un nodo. Un punto en la red. Una línea en un JSON. Y esos datos, créeme, no están en tu web. Están en las APIs de Booking, en la semántica refinada de Expedia, en la base de conocimiento de Google Travel.
Muévete ahora, porque quizá esta sea la última revolución que nos quede.
Hasta la próxima semana,
Simone Puorto