
Rusia ha recurrido a una medida extraordinaria para sostener la operativa de Aeroflot. El grupo Volga-Dnepr transferirá ocho aviones de carga (seis Boeing 737 y dos Boeing 747) a la aerolínea estatal tras un acuerdo valorado en unos 130 millones de dólares, según una información del diario Kommersan de la que se ha hecho eco EFE (La falta de recambios pasa factura a la aviación rusa).
En principio, las aeronaves en cuestión no serán reconvertidas para vuelos de pasajeros. Algunas fuentes apuntan a que, debido al elevado coste de esa transformación, lo más probable es que las unidades sean desmanteladas y utilizadas como fuente de repuestos para mantener en funcionamiento la flota existente (Aeroflot compra 5 Boeing 737 para usarlos como repuestos).
El traspaso de los aviones responde a las limitaciones que enfrenta Moscú para mantener al sector aéreo desde la imposición de sanciones internacionales por la guerra en Ucrania. En la actualidad, las restricciones complican la importación de piezas y tecnología occidental, lo que ha obligado a las aerolíneas a recurrir a la reutilización de componentes y a la nacionalización de aviones extranjeros que quedaron en el país.
En marzo, el director de la corporación estatal Rostec, Serguéi Chémezov, reconoció que Rusia necesitará producir al menos 200 aviones antes de 2030 para sustituir los aparatos retirados por aerolíneas internacionales. Sin embargo, entre 2022 y 2024 el país solo logró fabricar siete aeronaves, muy por debajo de las trece producidas en 2021, según cifras de la BBC.
La situación se agrava porque la industria civil compite con la militar por la capacidad de producción disponible. Además, en 2023 Moscú tuvo que recurrir a canales alternativos de importación, como la compra de componentes a una empresa registrada en Gabón por valor de 2.000 millones de dólares, en un intento de mantener en vuelo su principal aerolínea en medio de las sanciones.