En unas semanas, el ministerio del Interior estará inundado de las respuestas que los turistas que alquilan coches o que se alojan en cualquier establecimiento hotelero de España han dado al famoso cuestionario ‘policial’ del ministro Marlaska. Y entonces descubrirán lo que saben todos los encuestadores: la gente contesta la verdad hasta la quinta pregunta, después, hartos, se lo inventan todo (Marlaska pone desde hoy a sus órdenes a todo el sector turístico).
Y no es para menos. Parecería que el cuestionario no lo hizo un ministro ‘progre’ sino uno de la rama falangista de Vox. Porque hay preguntas que son como mínimo ridículas y probablemente improcedentes, ante las que la respuesta más elemental es “y a usted qué le importa”.
Las primeras diez preguntas son absurdas porque basta con la fotocopia del DNI o del pasaporte. Pero después de ellas, viene el ridículo. “Ocupación o actividad”. ¿Tiene alguna relevancia? “Empresa para la que trabaja y su dirección”, como si estuviéramos en los años cincuenta, cuando la dirección de la empresa importaba.
“Parentesco de los viajeros”. “Estado marital”. ¿De verdad que este gobierno, respaldado por la progresía hace estas preguntas?
“Preferencias alimenticias”. ¿Pero alguien se cree que como pregunta veinticinco, hartos de rellenar papeles, se puede preguntar qué nos gusta comer? ¿De verdad nuestros ‘mortadelos y filemones’ policiales siguen a la gente por lo que comen? ¿Y alguien se va a creer estos datos?
Se piden todos los datos de los instrumentos de pago, pero no está prohibido pagar en efectivo. ¿No es ridículo pensar que un delincuente va a usar su tarjeta verdadera? ¿No es absurdo pensar que antes de este cuestionario, un verdadero delincuente no habría usado sus datos reales?
“Objetivo del viaje”. ¿O es que un viaje tiene que tener un objetivo?
Una vez que el ministerio tenga sus ordenadores llenos de estos datos, investigar será más fácil: si el autor de un asesinato comió antes una hamburguesa, vamos a la base de datos y buscamos a los que dicen que les gustan las hamburguesas para comer, y a por ellos. No sé si acabaremos con el crimen, pero que las comisarías se parecerán al camarote de los hermanos Marx.