Un vuelo de Eurowings que iba a operar entre el aeropuerto de Sarrebruck, suroeste de Alemania, y Mallorca, embarcó a su pasaje y se disponía a partir cuando desde la torre de control le dijeron que había problemas y debía de esperar.
Estuvo un tiempo en la pista, hasta que los pasajeros pidieron volver a la terminal para poder estirar las piernas. El piloto accedió.
Al rato, mientras los viajeros paseaban por la terminal, el piloto recibe el aviso de que dispone de diez minutos para emprender el vuelo, lo cual le suponía escoger entre aceptar el slot y dejar a los viajeros o renunciar a él y dejar tirados en Mallorca a los otros pasajeros. Los clientes de estas aerolíneas son fundamentalmente del Sarre, la región fronteriza entre Alemania y Francia. Si deja en tierra a los que habían salido a estirar las piernas, todos podrán volver a sus casas; si deja tirados a los de Mallorca, las cosas se complican porque hay que buscarles hotel. De manera que decidió emprender el vuelo y dejar tirados a sus clientes alemanes de Sarrebruck.
Los medios de comunicación critican al piloto, por supuesto, por su decisión egoísta.
Hay otras aerolíneas cuya política es esperar con los pasajeros a bordo a que el control autorice el vuelo. O sea, que no les habrían permitido “estirar las piernas”. Los medios de comunicación publican con frecuencia duras críticas a esta compañía porque “nos tuvo horas dentro del avión sin poder comer ni beber”. ¿Entendemos la razón? Si te dan un hueco para volar, se cubre de inmediato. Obviamente, existe el riesgo de que ese slot no aparezca y entonces llegan las protestas.
Pero observen: protestan si estiran las piernas y protestan si no las estiran. Un imposible, pues.