En España aún faltan indicios para que nos convenzamos de que el ‘boom’ turístico post pandemia se está acabando. Pero en otros lugares, no en todos, es evidente. Es lo que ha ocurrido con el valor de Airbnb, la plataforma de alojamientos que ha registrado un fuerte parón en su actividad en este verano, y que, por ello, ha sido fuertemente castigada por los inversores. El pasado jueves registró una mejora del uno por ciento, insuficiente para compensar las pérdidas del 14% del miércoles.
El dato se debe sumar a las previsiones igualmente preocupantes de Delta Airlines, de Marriott o de Booking, que ven un otoño bastante en retroceso (La pugna de Booking y Airbnb por dominar el mercado).
En realidad, lo que Airbnb detecta no es una caída sino un parón en el crecimiento, lo que hizo que sus predicciones se incumplan. Brian Chesky, el cofundador y máximo gestor, admite que especialmente en el mercado de Estados Unidos está habiendo un freno en la demanda.
La plataforma, no obstante, tiene una agenda diferente a la de los inversores, porque pretende convertirse en una organización seria y profesional, lo que la está llevando a corregir muchos de sus procesos. Uno de ellos tiene que ver con los controles de calidad de los alojamientos que ofrece, que dejaban mucho que desear. Recuerden que Airbnb no había logrado estabilizarse antes de la pandemia y que durante esta se centró en minimizar las pérdidas.
Ahora la dirección también busca mejorar el servicio, diversificar la oferta y penetrar en mercados menos tocados.