Estados Unidos es el inventor de las aerolíneas low-cost. Southwest es la escuela y la mayor aerolínea de este tipo del mundo. Pero Ryanair, la irlandesa, es la líder. Sin embargo, no hay que perder de vista al grupo Indigo, americano, propietario de Jet Smart en Sudamérica, Wizz Air en Europa y Frontier en Estados Unidos. Es un grupo todo de low-cost (Frontier reconfigura sus tarifas marcando la línea a las low cost).
Justamente hoy es noticia por su filial americana, Frontier. Esta debería ahora estar creciendo porque su rival más enconada, Spirit, está en caída libre. Pero, en cambio, está en crisis interna. Este lunes el Consejo de Administración echó a su CEO, Barry Biffle. Y lo echó de malas maneras porque su reemplazo fue inmediato y él sigue hasta el 31 como asesor. James Dempsey, el presidente del Consejo, es ahora el CEO provisional, hasta que se encuentre alguien adecuado.
¿Qué ha pasado con Frontier?
Iba estupendamente antes de la pandemia, pero ha derrapado. Ha perdido el norte. En las low-cost, perder el norte significa descontrol de costes. Eso es todo. Ese es el secreto de Ryanair, de Michael O’Leary. El punto central de todo el negocio es que los costes no se disparen, es resistir todo cambio que suponga abrir un grifo que después no hay quien pueda cerrar.
Frontier, que hace unos años tenía sus costes bajo control, ahora tiene problemas por todos lados, precisamente porque gasta demasiado. Al mismo tiempo, las tres grandes, United y Delta, sobre todo, han mejorado su competitividad, de modo que tienen identidad, ofrecen un buen producto, y los precios no están muy alejados.
A Biffle le dijeron que había que cambiar las cosas. Y a él se le ocurrió vender los aviones y realquilarlos. Eso genera muchísima liquidez, pero no ingresos nuevos. Empobrece el activo de la compañía, aunque mejora la disponibilidad de dinero. La conclusión es que es pan para hoy y hambre para mañana.
De manera que los accionistas se han cansado y lo han echado.
Ahora, Frontier, que evidentemente ha perdido la oportunidad de la debilidad de Spirit, sueña con encontrar un Michael O’Leary, capaz de controlar los costes. Y si encima es teniendo la plantilla satisfecha, fenomenal.
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