
La situación de Volotea se agrava y el tiempo corre en su contra por las deudas contraídas con la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) y los bancos. Si bien es cierto que ha logrado reducir sus pérdidas a la mitad, la aerolínea comandada por Carlos Muñoz atraviesa una situación cada vez más alarmante (Volotea: sexto año consecutivo con pérdidas millonarias).
Según los datos depositados ante el Registro Mercantil consultados por Preferente, cerró 2024 con un patrimonio neto negativo de 478,1 millones de euros, frente a los 423,6 millones del ejercicio anterior (Las cuentas de Volotea encienden las alarmas en las agencias).
Detrás del empeoramiento de este indicador están las fuertes pérdidas que viene registrando desde 2019, antes incluso del Covid. En la suma de estos seis últimos ejercicios, periodo en el cual su endeudamiento se ha disparado por el rescate estatal de 200 millones y el crédito con aval del ICO de 150 millones, Volotea ha perdido un total de 503 millones de euros. Es, además, una de las pocas aerolíneas europeas que sigue con balance negativo en un contexto favorable para el sector de la aviación.
Según los datos oficiales, la compañía se ha dejado 46,1 millones de euros en 2024, 97,5 millones en 2023, 151,9 millones en 2022, 122 millones en 2021, 77,9 millones en 2020 y 7,7 millones en 2019. Su último balance positivo data de 2018.
Además, Volotea tiene ante sí el reto de afrontar el pago de los préstamos recibidos en pandemia. De momento, de los 200 millones del rescate estatal aún no ha devuelto cantidad alguna. Es más, se vio obligada a modificar el calendario establecido para el abono de los intereses, retrasando la fecha inicial fijada por la SEPI. Con el ICO ha sucedido algo similar: alcanzó un acuerdo con el instituto para aplazar un pago de 10,8 millones que vencía el mes pasado y que finalmente deberá liquidar entre los ejercicios 2026 y 2028 (Aerolíneas negocian un tiempo extra para devolver los rescates).
Con este escenario, Volotea encara los próximos meses con una presión financiera sin precedentes. El tiempo corre en su contra, las obligaciones se acumulan y la compañía sigue sin encauzar el rumbo que le permita revertir un agujero patrimonial que no deja de crecer.
