
A día de hoy la letona SmartLynx ya no era casi nada. Apenas operaba cuatro aviones, todos ellos en Nigeria. Hace unos días su propiedad la vendió a una sociedad creada de prisa y corriendo en Ámsterdam. Pero este lunes la aerolínea anunció definitivamente su cese de actividades (SmartLynx: toma el dinero y huye).
Esto afecta únicamente a la compañía vendida por sus propietarios, Avia Solutions Group a la sociedad holandesa y no a SmartLynx Estonia, a SmartLynx Malta o a SmartLynx Australia. Ninguna de las tres filiales supervivientes tiene especial importancia. En cambio, la original, la letona, llegó a superar los cien aviones en su momento de máximo esplendor.
En un breve mensaje, la compañía dijo ayer que “hoy tenemos que compartir una noticia que es difícil: cesamos nuestras operaciones” tras 33 años de actividad.
Inmediatamente la plantilla preguntó por sus salarios de octubre y de noviembre que aparentemente podrían quedar en el limbo o, lo que es lo mismo, sumirse en una interminable disputa judicial. Hemos de pensar que los trabajadores tendrán que litigar contra una sociedad holandesa, aunque también, tal vez, podrían cuestionar la legalidad de la venta de Avia a la sociedad holandesa –que tiene muchos de los antiguos gestores— y que podría interpretarse que fue una manera de salvar algunos activos del grupo.
Hay que recordar que en su momento Wamos, la aerolínea española, tuvo encima de la mesa la propuesta de compra por parte de SmartLynx, desechada, y la de Abra, el grupo propietario de Avianca, finalmente aceptada.
