
El Gobierno central, con la presencia de Pedro Sánchez, ha presentado en Cáceres su estrategia turística para 2030, que será aprobada esta semana (Sánchez crea un plan turístico a espaldas del sector y las autonomías).
El presidente y el ministro Hereu han estado explicando los nuevos objetivos del turismo en España, hacia donde vamos, qué metas tenemos.
Para mí es un magnífico ejercicio de marketing. No sólo porque Sánchez tiene mil asuntos que de verdad le preocupan como para dedicar un instante al turismo sino por razones técnicas mucho más contundentes: el Gobierno central no tiene competencias en turismo, por lo que en el supuesto improbable de que esta estrategia fuera en serio, no podría implementarla.
Ni siquiera Asturias o Cataluña, las únicas autonomías que podrían escuchar a Madrid, harán nada de lo que diga esta estrategia porque van por otro lado. Y las demás autonomías dependen del Partido Popular. No es que el PP tenga otra estrategia, simplemente cada uno va por su lado.
En España, en ningún caso, para ningún tema, existe coordinación de políticas. Mucho menos en turismo, donde cada uno va por su lado. Ni siquiera las autonomías del Partido Popular tienen una línea común. Así, mientras unas promueven el alquiler vacacional, otras lo persiguen. O dicen que lo persiguen.
No crean que es algo nuevo. Hace ya décadas que el turismo va como va, sin que la política haga otra cosa que ponerse al frente para autoatribuirse medallas. Pero no existen ni directrices, ni norte. Todo palabras vacías que suenan bien y con las que nos entretenemos.
Lo que diga la estrategia española para el turismo, no sé si para bien o para mal, no le interesa a nadie. De manera que todo seguirá como hasta ahora, sustentado en la búsqueda del máximo beneficio empresarial. Como ha sido siempre y por el momento seguirá siendo.
