
Europa está en un proceso de privatización de algunas actividades como son los ferrocarriles y los aeropuertos. Se supone, en este sentido, que lo que antes eran actividades de las que se hacía responsable el Estado, ahora lo harán privados. Porque “privatización” quiere decir “privados”. ¿No?
Sin embargo, en muy buena medida, estamos ante una farsa. La privatización de los ferrocarriles, con algunas excepciones, es abrir las puertas a la entrada de las empresas públicas de los países vecinos. Y, en el caso de los aeropuertos, al menos por lo que respecta a Aena.
Estos días Preferente informaba que Aena estudiaba cómo hacerse con el aeropuerto de Catania. O sea que el Gobierno español se haga cargo de él, por mucho que en Aena haya inversión privada minoritaria (Aena, atenta para tratar de irrumpir en un aeropuerto italiano).
En el caso de los trenes, es aún más chiste: ahora en la Francia o en la España privatizadas, compiten los trenes estatales franceses, españoles e italianos. Los holandeses y los alemanes también tuvieron sus aventuras escondidos como Abelio o como Arriva, pero al fin y al cabo con dinero público. ¿Tres gobiernos compitiendo entre sí es lo que llamamos libre mercado?
Las acusaciones que el ministro Puente contra Ouigo por dinamitar los precios puede que no sean del todo ciertas, pero sí tiene razón en que la rival de Renfe es el Estado francés y que, llegado el caso, podría soportar todas las pérdidas que fueran necesarias. Aunque claro, esto no lo debe decir nunca quien ha convocado el concurso o quien también pretende que su Renfe o Aena hagan lo mismo en otros lugares.
