
Recuerdo con meridiana claridad dos anécdotas que me marcaron durante mis años dirigiendo compañías aéreas. En la primera ocasión, visitábamos un nuevo destino turístico junto a un importante turoperador. En lugar de comenzar con los hoteles, el CEO me pidió visitar primero los hospitales y los accesos terrestres a los resorts. En otra oportunidad, un gran grupo hotelero me contrató para crear el transporte aéreo necesario para llenar sus establecimientos. Ambas experiencias me hicieron reflexionar sobre la complejidad de la masificación turística en destinos muy conocidos.
El primer problema radica en la sobredimensión de la planta hotelera, difícil de reducir una vez construida. En segundo lugar, el auge del transporte aéreo de bajo coste tampoco ayuda a mitigar la saturación, fundamentalmente por sus precios accesibles y la aparición de plataformas como Airbnb. Las aerolíneas de bajo coste operan, en su mayoría, con aviones de corto y medio radio, lo que concentra su negocio en destinos europeos tradicionales y excluye, en gran medida, los viajes MICE o las visitas a familiares y amigos (VFR).
Si a esto le añadimos los destinos de alta estacionalidad, el problema se agrava. Basta observar las aglomeraciones en los aeropuertos, a pesar de los esfuerzos por implementar sistemas biométricos en los controles de pasaportes. La inteligencia artificial sin duda ayudará en el futuro, pero el reto es profundo y estructural.
Escribo estas líneas con humildad y consciente de que puedo estar equivocado, pero desde mi punto de vista, el turismo necesita un esfuerzo serio por la diversificación y la apertura de nuevos destinos. El incremento de tasas por parte de los gobiernos, sean locales o nacionales, no contribuye a reducir la masificación. Lo afirmo con sinceridad y desde la experiencia acumulada en más de cuarenta años de profesión.
Recientemente leí unas declaraciones de Steve Heapy, CEO de Jet2, en las que afirmaba que hay que buscar un cliente con mayor poder adquisitivo. A mi juicio, esto es otra utopía. La verdadera solución pasa por ampliar horizontes: fomentar la larga distancia y apostar por destinos menos saturados, especialmente en Asia y Sudamérica.
Un ejemplo claro lo encontramos, una vez más, en España, con compañías como World2Fly, que ha entendido el negocio desde la perspectiva de la diversificación, en estrecha colaboración con cadenas hoteleras como Iberostar.
Tarde o temprano, lo que hoy conocemos como low cost dejará de existir o, al menos, de tener el papel predominante que ha desempeñado hasta ahora. El turismo del futuro deberá ser más sostenible, equilibrado y consciente de sus límites.
