

En el TIS de Sevilla, entre debates sobre inteligencia artificial y digitalización hotelera, surgió una conversación inesperada en el autobús que nos llevaba a Fibes. No hablábamos de revenue ni de venta directa. El tema era mucho más terrenal: ¿Por qué los hoteles de 4 y 5 estrellas han decidido borrar del mapa la escobilla del váter?
Las risas dieron paso al debate. Unos defendían que “es antihigiénica y antiestética”. Otros, que “es una cuestión de cortesía con la camarera de pisos”. Y entre medias, la duda práctica: si dejas un rastro inevitable en la porcelana… ¿qué haces? ¿Te lías la mano en papel? ¿Lo dejas ahí como si la cosa no fuera contigo? ¿Pides una escobilla en recepción?
Lo que parecía una anécdota se convirtió en una conversación seria sobre higiene, cultura y experiencia de cliente. Así que prometí publicar un artículo sobre el tema. Y, para mi sorpresa, en Reddit y Quora —dos foros donde se habla literalmente de todo— la discusión sobre la ausencia de escobillas de WC en los hoteles ha generado en los últimos tiempos cientos de respuestas y millones de lecturas.
Un debate global: de Londres a Berlín pasando por Tripadvisor
En un hilo británico, un huésped alemán escribía indignado: “Estoy de viaje por el Reino Unido y no hay escobilla en ningún hotel. ¿Qué hago si dejo marca? ¿Esperar a que lo limpie el personal al día siguiente? Es realmente incómodo.”
Las respuestas fueron un mosaico cultural. Los ingleses, horrorizados: “¡Eww! Tener un cepillo ahí es una guarrada, eso es cosa del personal, no del huésped.”
Los alemanes, ofendidos: “¡En Alemania sería impensable no tenerlo, es una cuestión de educación!”
Y los estadounidenses, pragmáticos: “Si pasa algo, llama al front desk. No es tu baño, es su responsabilidad.”
Hay quien lo resumía con brillantez:
En Estados Unidos esperas que te lo limpien; en Alemania, que lo dejes limpio.
En España, simplemente, es un tema tabú. Por eso, he preferido centrarme en la opinión de quienes sí dejan abiertamente del tema…
La versión del hotel: protocolos, estética y (poca) confianza en el huésped
La respuesta profesional es menos romántica. Numerosos directores y gobernantas coinciden:
los hoteles eliminan las escobillas por motivos de higiene y operativa.
- Riesgo sanitario: la escobilla es un foco de bacterias difícil de desinfectar. Si se deja en la habitación, el personal debe sustituirlo o esterilizarlo tras cada estancia. Un coste y un tiempo que nadie quiere asumir.
- Diseño y percepción: el baño de un hotel debe parecer nuevo cada día. Una escobilla usada, por limpia que esté, rompe la ilusión de “estreno permanente”.
- Comportamiento imprevisible: y luego está el factor humano. “He visto huéspedes usar la escobilla para todo menos para lo que era”, confesaba en Reddit un ex empleado de housekeeping. “Alguno incluso la metía en el lavavajillas.”
- Protocolos post-Covid: muchos hoteles retiraron escobillas, alfombrillas o cubos durante la pandemia y nunca volvieron a ponerlos. La imagen minimalista, casi clínica, se impuso.
El huésped entre el pudor y la cortesía
El dilema, claro, lo sufre el cliente. Si viajas solo, te las apañas. Pero si compartes habitación —con pareja, compañero de trabajo o un amor fugaz— la situación se complica. El lujo, entonces, se mide en segundos de angustia.
“¿Dejo el regalo? ¿Aviso? ¿Lo disimulo?”
La mayoría opta por el papel. Otros, por la huida. Y algunos —los más valientes— bajan a recepción a pedir “una escobilla, por favor”. Un gesto heroico en tiempos de pudor extremo.
Porque sí: hablar de lo que ocurre en el baño sigue siendo tabú. Pero en una industria obsesionada con la customer experience, tal vez sea hora de preguntarse si la experiencia del huésped acaba al cerrar la tapa del váter.
Europa versus América: dos visiones del pudor
En Europa continental, sobre todo en países como Alemania, Austria o los nórdicos, la escobilla es símbolo de educación doméstica. Forma parte del ritual de limpieza cotidiana. En cambio, en el mundo anglosajón, se percibe como algo sucio, fuera de lugar en un baño “de invitado”.
En EE. UU., la lógica es otra: “Tú no limpias, para eso está el hotel.” Y, por si acaso, el housekeeping tiene su propio cepillo en el carrito, listo para intervenir tras el check-out. Nadie quiere que el huésped meta mano (ni escobilla) en los asuntos internos del baño.
También es cierto que, como le dijo el torero Rafael «El Gallo» al filósofo Ortega y Gasset, «hay gente pa’ to», porque algunos hoteleros confiesan que dejaron de ponerlas cuando descubrieron que había gente que las limpiaba en el lavabo. Otros señalan que si el huésped limpia y deja bacterias en la escobilla, el hotel puede ser responsable de contaminación cruzada; hay quien incluso señala que este utensilio, «rompe la ilusión de pureza».
En resumen, la desaparición de la escobilla es, en el fondo, una metáfora del turismo contemporáneo. El huésped quiere baños impolutos, pero sin pensar en cómo se mantienen así ni en cómo se quedan tras su partida. Los hoteles prefieren evitar objetos “problemáticos” que rompan la armonía visual. Y entre ambos, la camarera de pisos —última línea de batalla— asume el trabajo que nadie quiere imaginar.
Soluciones reales o alternativas a la escobilla
Estas son ideas que la gente (y algunos hoteleros) mencionan para sustituir la escobilla tradicional:
- Kit de limpieza “a demanda”: idea mencionada por un exdirector de housekeeping: “Si el huésped lo solicita, se le entrega un kit de limpieza básico (toallitas, mini spray, guantes) en un envoltorio sellado”.
- Cepillos de un solo uso o desechables: algunos hoteles probaron a colocar mini-cepillos de limpieza de un solo uso, envueltos en plástico o compostables, para evitar contagios. Coste alto, poco sostenible, pero solución higiénica.
- Spray o limpiador desinfectante junto al inodoro: especialmente en hoteles nórdicos o escandinavos, algunos huéspedes mencionan que prefieren un spray tipo “bleach cleaner” (con lejía) para pulverizar y limpiar con papel. Es más higiénico y no deja el objeto permanente.
- Botón de autolimpieza en el inodoro: modelos japoneses o de alta gama (TOTO, Geberit AquaClean) integran una descarga a presión y limpieza con chorro de agua o con recubrimiento hidrofóbico para que nada se adhiera. Algunos foreros mencionan que “es la evolución natural del cepillo”.
[embedded content]
- Cepillos con autolavado integrado en su base: algunos hoteles de lujo en Asia usan soportes con depósito de lejía y autolimpieza tras cada uso, evitando el contacto con bacterias.
- Guantes o toallitas desechables: varios usuarios dicen que preferirían “unas toallitas o guantes de limpieza bajo el lavabo” antes que una escobilla. Sería una alternativa discreta y menos chocante visualmente.
- Manguera: En Oriente Próximo, casi todos los baños incluyen bidet spray o manguera, que también sirve para limpiar el váter. Varios usuarios de Reddit decían: “Si tienes un pulverizador, no necesitas escobilla”.
Conclusión: el nuevo lujo es no tener que pensarlo
El huésped del siglo XXI valora la sostenibilidad, el confort y la higiene… pero también la tranquilidad mental. Y pocas cosas perturban más esa paz que un inodoro con historia reciente.
Así que, escobillas o no, el verdadero lujo consiste en no tener que enfrentarse al dilema.
En entrar en el baño, pulsar el botón y que todo desaparezca.
Sin rastros, sin dudas, sin debates.
Como si nada hubiera pasado.
Aun así, como decía un usuario de Quora, «el día que inventen una escobilla de váter de diseño, estilo Philippe Starck, volverá al hotel por la puerta grande».
Imágenes cedidas: Backbone en Unsplash