
Los minibares en las habitaciones de hotel -esas pequeñas neveras que durante décadas simbolizaron confort y exclusividad- viven una nueva etapa de redefinición. Su rentabilidad, utilidad y gestión operativa están hoy bajo revisión. ¿Siguen siendo imprescindibles? ¿Cómo adaptarlos a las expectativas del huésped actual y al control de costes que exigen los nuevos tiempos?

Minibar en la habitación de un hotel. Fuente: Adobe Stock
Entre el servicio y el coste oculto
“Poner un minibar en las habitaciones de hotel puede parecer un coste, pero yo lo miraría de la siguiente manera: depende de tu situación y de tu tipología de hotel”, explica Antonio Garzón, experto en F&B hotelero y fundador de NutriHotel, en declaraciones a Hosteltur.
Según este especialista, el valor del minibar no puede analizarse de manera uniforme. “En hoteles de ciudad de alta gama, es totalmente apropiado, y de hecho es obligatorio para determinadas categorías según la normativa nacional de cada país o regional”, apunta.
En cambio, en el ámbito vacacional, “muchos hoteles empezaron a quitar los minibares en los años noventa, o dejaron la mininevera vacía, lo cual también tiene su ventaja: sirve para guardar alimentos para niños, insulina o medicinas que necesitan frío”. Garzón recuerda que “esa mininevera presta un servicio muy valorado por el cliente, sin tener un coste de estocaje, aunque sí implica un coste de oportunidad porque podrías haber vendido más”.
El reto de la reposición y la tecnología
Uno de los mayores quebraderos de cabeza para los hoteles sigue siendo la reposición. “Tienes que volver a entrar en la habitación del cliente, mirar si ha consumido o no, y eso es molestar al huésped”, comenta Garzón. Para aliviar esa carga operativa, en los años noventa “se inventaron sistemas de sensores en la nevera que detectaban si se había abierto, o de peso, que registraban cuándo se levantaba una botella”. Sin embargo, añade, “alguien puede abrir la nevera por curiosidad y no consumir nada”.
En su análisis publicado en eHotelier, Stefan Renziehausen, Executive Director of Operations en SABA Hospitality, también señala que los hoteles deben equilibrar “el coste operativo y la percepción de valor del huésped”. En su artículo The Modern Minibar – A comprehensive look at hotel setups, Renziehausen clasifica los principales modelos actuales: minibar lleno, vacío, bajo demanda, incluido en la tarifa o eliminado por completo, cada uno con ventajas e inconvenientes propios.
Modelos híbridos y nuevas opciones
Entre las fórmulas intermedias, Garzón destaca los minibares vacíos con opción de pedido. “Ahí la pregunta es: ¿el cliente pide producto por producto o paquetes configurados? En pruebas que se han hecho, los paquetes no se vendían bien”, explica. Además, advierte de que esta modalidad requiere “un régimen interno de comunicación muy bueno para reducir el tiempo de espera, porque el que te pide lo quiere ya”.
Otra tendencia que ambos expertos coinciden en destacar es la complementariedad con nuevos puntos de venta. Renziehausen observa que muchos hoteles sustituyen el minibar tradicional por “lobby shops” o mini-markets donde los huéspedes pueden comprar snacks, bebidas o productos gourmet. Garzón añade que, en el segmento vacacional, “algunos hoteles cuentan con mini-markets atendidos por un empleado o con máquinas grandes de vending que incluso ofrecen alimentos preparados por el propio hotel, listos para calentar y servir. Este tipo de tiendas funciona mejor en hoteles vacacionales, porque en los urbanos ya hay mucha oferta en la calle”.

Ilustración, creada mediante IA, de un minibar en un hotel de lujo. Fuente: ChatGPT
¿Eliminar el minibar? La última opción
No obstante, Garzón considera que suprimir completamente el minibar “es la peor opción”. “Yo también lo he hecho en algunos casos, pero al hacerlo no estás dando un servicio. Solo debería plantearse como última medida, y siempre evaluando la categoría del hotel”, afirma.
En algunos establecimientos, apunta, se recurre a un modelo simbólico: “una mininevera con solo unos cuantos productos, refrescos y aguas como obsequio, que ya no se repondrán una vez consumidos”. En los resorts ultralujo de Turquía, en cambio, se ha consolidado la fórmula del minibar con reposición diaria, como parte de la oferta todo incluido, aunque sin bebidas alcohólicas.
Comunicar bien, la clave del éxito
Tanto Garzón como Renziehausen coinciden en que el éxito o el fracaso del minibar moderno depende, sobre todo, de una comunicación clara con el huésped. Los hoteles deben informar con transparencia qué tipo de minibar ofrecen (lleno, vacío, bajo demanda, incluido o inexistente) y cómo se gestionan los cargos extra.
“Quitar el minibar tendría que ser una última opción, pero seguro que alguna rentabilidad se le puede sacar, adaptándolo al hotel y a la situación, dependiendo de si es urbano o vacacional”, concluye Garzón.