
“Este es mi presupuesto. Dame lo más que puedas. Todo. Lo más”. La agente de viajes me cuenta cómo desde el final de la pandemia los clientes llegaban a su oficina y pedían cualquier cosa con tal de marcharse, de cambiar de aires, de volar, de escapar. Al precio que fuera.
Así en 2023 los precios de los alojamientos subieron. Y la demanda aguantó. E incluso volvió a subir en 2024. Lo nunca pensado. Y los precios volvieron a aumentar. Y la demanda no falló. “Dame lo más que puedas”, que si los precios son más caros será un producto peor, pero aun así y todo, la gente quería huir.
En 2025, sin embargo, se nota el fin del crecimiento desmesurado y el regreso a la normalidad, a los aumentos de demanda de un dígito o, incluso, del estancamiento.
Pero no hay que olvidar lo que ocurrió en estos últimos años: hemos subido tanto que el estancamiento tiene lugar en las alturas, donde jamás habíamos imaginado llegar. No debemos perder la perspectiva: 2025 no registra aumentos como había ocurrido en años anteriores, pero los consolida, lo cual es ya muchísimo.
Ya les gustaría a otros sectores esta situación. Incluso a sectores tradicionalmente fuertes. Lo que vive el turismo era impensable y hoy se consolida como un sector irresistible, de éxito, al que la demanda no es capaz de resistirse. Si vivimos en una sociedad de consumo, el de viajes y vacaciones es el caso más prototípico.