
La temporada turística alta de Tenerife está a punto de despegar. Las previsiones no pueden ser más optimista para los que directa e indirectamente viven del turismo. O sea, casi media población.
Los distintos destinos de la isla se muestran lustrosos y muy especialmente los del sur. Costa Adeje sigue a la cabeza en cuanto a calidad, pero en los municipios colindantes también se perciben notables mejoras.
La hotelería y los complejos residenciales de alto standing le han dado un plus descomunal al sur tinerfeño. Los nuevos proyectos hoteleros y habitacionales de alta gama harán brillar con más fulgor esta zona.
En el Puerto y en el valle de la Orotava también se llevan a cabo reformas profundas en los establecimientos privados. Las autoridades parecen más concienciadas en recuperar el destino pionero de la isla.
Pero no todo son alegrías en la tierra donde el sol ya estaba asegurado antes de que Los Mismos dieran a conocer su canción más famosa (festival del Atlántico) y antes, por tanto, de que germinara el sur.
El problema de la vivienda sigue latente y sin visos de solución. Y las retenciones en el sur en horas punta son tediosas, estresantes y tercermundistas. El Anillo Insular acabaría solventando el tráfico e indirectamente beneficiaría a la vivienda por la rápida accesibilidad a los pueblos con oferta inmobiliaria barata.
A la espera de la puesta en marcha del Anillo Insular (gobierne quien gobierne, las obras públicas son excesivamente lentas), las autoridades estatales deberían afrontar otros problemas acuciantes. El más gordo es el de los aeropuertos.
Los dos aeropuertos de Tenerife están necesitados de una puesta a punto urgente, muy profunda en el del sur. Lustros lleva Aena prometiendo una remodelación cuyo horizonte no se vislumbra. Y Los Rodeos se ha quedado pequeño.
El aeropuerto de Tenerife Norte tiene carencias notables. Necesita una ampliación sin demora porque sus instalaciones no dan abasto ante el aumento de vuelos y, por consiguiente, de pasajeros. Todo es estrecho en Los Rodeos.
Comparativamente con los aeropuertos de Madrid, Barcelona y Palma, los de Tenerife son muy inferiores en todos los aspectos. No tanto en el humano, pero sí en el técnico, sobre todo en los controles de seguridad. Y Aena tiene que actuar ya.
Las compañías aéreas y las que operan a rebufo de ellas, que no son pocas, se han puesto al día. No así Aena, y el poco espacio de las puertas de acceso a los aviones es una prueba palpable de ello: los pasajeros se apiñan incómodamente en las filas.
Tenerife es una isla turística de primera, una de las mejores de Europa, pero sus aeropuertos son de segunda. Tal cual.