
Los hoteleros de la Costa del Sol no han analizado en profundidad el caso de la tasa turística en Baleares, pionera en España, pero sí lo suficiente como para pronunciarse en contra de su implantación en esta zona del sur de España (Los hoteleros de la Costa del Sol declaran la guerra a la tasa turística).
Arturo Bernal, consejero de Turismo de Andalucía y político de piel extremadamente fina, tampoco ha estudiado a fondo el impuesto que en Baleares es conocido como ecotasa, pero se ha alineado con el colectivo hotelero de su tierra.
Después de un enfrentamiento muy duro y divisivo entre autoridades y la práctica totalidad del sector turístico —trabajadores incluidos—, en Baleares se implantó la tasa turística hace 25 años, nada más comenzar el 2000, a sangre y fuego.
El Gobierno de Antich, integrado por varios partidos de izquierda y el nacionalista independentista, le echó un tenso pulso al mundo del turismo y acabó sufriendo un enorme varapalo en las urnas, pese al apoyo que tuvo de las televisiones y los dos principales periódicos.
Secundada por el entonces consejero de Turismo, Alomar, y defendida con más ardor por el responsable de Economía, Mesquida, la ecotasa también contó con el rechazo de todas las asociaciones turísticas europeas y los operadores más relevantes.
El sector turístico balear se apiñó como nunca antes lo había hecho y montó una estrategia muy trabajada, muy sutil y casi clandestina —histórica, diríase— para combatir una tasa creada con el objetivo de reducir el número de turistas y con bastante marchamo electoralista.
La ecotasa fue derogada por el Gobierno de Jaume Matas, pero luego fue de nuevo implantada —corregida y aumentada— por los gobiernos de izquierda, pese a la promesa de la líder del PSOE, Francina Armengol, a un selecto grupo de hoteleros de que no la reinstauraría.
Ni las tasas de Antich y Armengol, ni las de Barcelona, ni las de Venecia, ni las de otros destinos turísticos de primer orden han servido para acabar con el turismo de masas: Baleares, la ciudad condal, la capital del Veneto, etc., siguen con el mismo caudal de turistas.
Los hoteleros costasoleños y la Junta rechazan la tasa que quieren los sindicatos y algunos políticos indocumentados del PP, desconocedores o no de que con el dinero recaudado por este impuesto no finalista se financian conciertos de los 40 principales…
No se bajan del burro, no quieren ceder estos hoteleros del sur, pocos pero bienavenidos, reacios a claudicar como sus colegas de Baleares, que lo hicieron pese a ganar la áspera batalla de la incontrolada e injusta tasa.