
No entiendo esta inconsistencia: por un lado, el gobierno español parece estar en contra de Ryanair, al menos por lo que se deduce de las sanciones aplicadas por el Ministerio de Bustinduy. Pero por otro, Aena y el Ministerio de Transportes critican a la aerolínea irlandesa porque se retira de los aeropuertos pequeños y medianos de España.
Curiosamente, el gobierno parece no alegrarse de que Ryanair se marche. Oscar Puente, el ministro de Transportes, afirma que otras aerolíneas reemplazarán a Ryanair. Hasta el momento, las 800 mil plazas que dejó de operar en un primer recorte, no han sido ocupadas por nadie. Al día siguiente del anuncio original varias aerolíneas dijeron que nadie se preocupara, que para reemplazar a Ryanair estaban ellas, pero nada ocurrió. Ahora, con este millón nuevo de plazas recortadas, han vuelto aparecer candidatos a la suplantación, lo cual especialmente en el caso de la canaria Binter, es verosímil, porque uno de los aeropuertos abandonados, Tenerife Norte, está en su radio de operación. En los demás casos, está por verse.
¿Qué es lo que no cuadra? Si los precios de los aeropuertos que deja Ryanair no son altos, siempre aparecerán competidores ansiosos de volar allí. Y ese sería un escenario perfecto porque nos dejaría de servir una aerolínea muy cuestionada. Pero el lenguaje de Aena, en cambio, sugiere más bien enfado, como si conocieran que, en la gran mayoría de los casos, nadie reemplazará a Ryanair.
Simplemente porque la irlandesa tiene los costes operativos más bajos de Europa, de forma que cuando para ella esas rutas no son negocio, para los demás no existen. En Francia, Alemania o Escandinavia, en varios momentos del pasado, Ryanair abandonó varios aeropuertos con sus formas tan chillonas, y nadie acudió en su lugar. Nunca. Jamás.
En este caso no cabe discutir porque el tiempo pondrá a cada uno en su sitio. Y no se necesitan muchos meses para ver qué ocurre.