
Desde el 30 de septiembre, viajar a Estados Unidos para los ciudadanos europeos será un poco más caro desde el momento en que ese país aumentará de 21 a 40 dólares el precio de la visa turística (ESTA) requerida para ingresar (Trump suprime la indemnización por retraso o cancelación aérea).
Curiosamente, Europa, que aún no ha sido capaz de que su permiso de acceso similar al americano funcione, también lo ha aumentado de precio, pese a que no existe. El inicial de siete euros ya ha pasado a 20.
En todo caso, el asunto de Estados Unidos es diferente porque la ESTA no es hoy el principal obstáculo para los viajes, sino que la Administración Trump ha incrementado significativamente la intensidad de los controles fronterizos que ya antes eran bastante notables.
Al mismo tiempo, el gobierno ha aumentado la tarifa de las entradas a los célebres parques nacionales, aunque en este caso sólo para los no residentes en el país.
La coincidencia de estas medidas con la imagen hostil que ofrece el Gobierno hacia algunos países, como es el caso de Canadá o Suiza, ha llevado a los empresarios del sector en Estados Unidos a poner el grito en el cielo, diciendo que Trump está bloqueando la oportunidad que suponen tanto las Olimpiadas como el Mundial de Fútbol (Canadá y Estados Unidos sufren sus propios boicots).