
Desde primeros de julio está abierto Wonsan Kalma Coastal Touristic Zone, el Benidorm norcoreano, en cuyo diseño Kim Jong Un se inspiró, enviando en 2017 una comisión de expertos a la costa española. Pero poco se parece a Benidorm (Rusos en el Benidorm sugerido por Trump).
Wonsan está al lado de un nada tranquilizador terreno dedicado al lanzamiento de misiles balísticos, del cual Corea del Norte debe de estar orgullosa porque se menciona en la publicidad. Hay de todo: centros comerciales, parques acuáticos, hoteles y restaurantes, pero muy pocos turistas. Tenía que ser internacional pero sólo hay rusos. Y pocos. Los chinos, los otros clientes inicialmente previstos, no han ido.
Anastasia Samsonova es una turista que estuvo allí y que cuenta a la BBC su extraña experiencia. El viaje estuvo controlado permanentemente, con guías y policías todo el tiempo y sin permiso para desviarse del camino indicado.
“Tenemos que protegeros del contacto con los locales”, les decían los guías. “Los locales nos miraban con cara de sorpresa”, explica Anastasia. No podían sacar fotos de lo que hubiera en construcción y se le pidió que vistiera con decoro. “Yo disfruté de unas vacaciones sin gente. Cada día las playas estaban limpias. Todo estaba inmaculado. Las hamacas eran nuevas. La playa, magnífica”. La comida, dice, era magnífica.
Una semana en Wonsan Kalma cuesta 1.800 dólares.
Entre grupo y grupo de turistas hay retrasos porque han de pasar las inspecciones policiales. Se había anunciado otro grupo para septiembre, pero por alguna razón desconocida no se ha autorizado.