
El turista medio es una persona que ha ahorrado todo el año para tener una o dos semanas de descanso. Descanso quiere decir descanso. El turista en la práctica no viaja para sufrir ni para mostrar la solidaridad con nada. Puede que si uno le pregunta con un micrófono y una cámara nos suelte una arenga solidaria, pero esto es para las cámaras no para las agencias de viajes. El turista tiene muchos problemas durante todo el año como para permitirse que los pocos días libres se los compliquemos con aún más problemas, sobre todo ajenos.
Esto se conoce perfectamente en los destinos. La comprensión del cliente con la mala calidad o con el mal funcionamiento de los servicios, con la conflictividad social, es cero. Incluso con las tragedias. Ahí tienen como ejemplo lo que está ocurriendo con Cuba, de la que se han marchado todos.
Ahora vemos algo muy parecido en la España quemada: las agencias indican que los turistas prefieren otros lugares. Nada de solidaridad, como nos imaginábamos; nadie quiere ir a ver bosques quemados, a escuchar historias de sufrimiento, devastación, penurias (Desplome de los viajes a España por los incendios).
Sin embargo, siendo verdad que hay muchas zonas quemadas, en los límites de las zonas incendiadas hay muchos lugares maravillosos que hoy ofrecen vacaciones a precios extraordinarios.
Pero el turista siempre ha sido así.
Pero no se equivoquen, que los no turistas también son iguales: delante de una prenda de vestir, nadie se pregunta quién la fabricó sino a qué precio se vende; ante un coche, nadie se plantea la solidaridad con Europa sino qué precio y calidad tiene, para terminar comprando uno chino.