
En 2017, Deutsche Bahn, los ferrocarriles alemanes, hartos de escuchar excusas de todo tipo de boca de su director, Richard Lutz, decide cesarlo en el cargo. La puntualidad de los trenes alemanes, asunto en los que al país le va la vida porque es parte de su modo de entender el funcionamiento de la sociedad, había caído al punto de que sólo el 78 por ciento de los trenes iba en hora, contando con cierta ‘manga ancha’ en el análisis.
Han pasado ya ocho años y hoy a puntualidad de los trenes se ha hundido hasta el 62 por ciento, arrastrando cualquier prestigio que aún le pudiera quedar al país en este sentido.
El desastre es de tal nivel que Suiza, en febrero de este año, decidió que ya los trenes alemanes no entrarían más al país porque, con su impuntualidad tan espectacular, ponían en jaque a los trenes locales.
Según los expertos, falta inversión. La infraestructura no está en condiciones y por ello es imposible hacer que los trenes circulen en hora. El Gobierno alemán dijo que este año invertirá 20 millones de euros y hasta el 2029 pondrá 107 mil millones.
En todo caso, por mucho que digan mal de muchos… Francia está igual, con el agravante de que sus servicios regionales son un desastre porque se han recortado a niveles inaceptables. La red gala tiene una antigüedad media de 30 años y en algunos casos de cien. SNCF pide mil millones anuales adicionales para ponerse al día, así como una gestión más ágil, pero esto se viene diciendo desde hace años y cada vez las cosas van a peor, excepto en los tramos de alta velocidad.