
La compra de Rusticae por parte del Grupo Barceló ha llamado la atención. Supone una apuesta por el turismo rural, de poco volumen, y menos si se trata de un canal de distribución de nicho, o un sello. Y se suma a la estrategia de adquisiciones hoteleras baratas, en ciudades secundarias o en las afueras de capitales.
El grupo que comanda Simón Pedro Barceló está acentuado esta política ya que considera que los destinos ‘prime’ y las mejores ubicaciones cuentan con demasiada competencia que acaban inflando los precios. El conglomerado es tras Riu el segundo más rentable del turismo español, a pesar de los márgenes exiguos de su emisor Ávoris, y liquidez no le falta.
Sin embargo, está orientándose a un segmento intermedio, como certifican sus compras en León o Valladolid, o en las afueras de París, donde los fondos aún no les dan prioridad. Una estrategia que contrasta con las de la citada Riu, que busca escala y priorizar donde ya está en los lugares más vacacionales, o con la de Meliá, enfocada en el lujo y en el ‘asset light’.
El motor de los abultados beneficios de Barceló viene de los resorts del Caribe, un área que lidera Simón Barceló, pero la inversión patrimonial está centrándose en adquisiciones modestas para lo que permitiría su capacidad. Así, las tres grandes cadenas vacacionales del país extreman visiones cada vez más distintas.