
Este periódico publica con frecuencia noticias sobre Ryanair, lo cual es lógico porque es la primera aerolínea de España. Cada vez que eso ocurre, un ejército de lectores publica comentarios sobre sus experiencias con la aerolínea irlandesa. Van desde el parco pero muy clarificador “ladrones” a quienes dicen que “yo hace tiempo que dejé de volar con ellos”. En medio, una incontable cantidad de lectores cuentan indignados cómo han sido engañados, estafados, burlados, etcétera. La acusación más habitual es que llegaron a la puerta de embarque y les obligaron a pagar más por su maleta de mano que cabía en el gálibo, aunque algunos también dicen que “sólo se pasaba de medio centímetro”.
Evidentemente, estamos ante una compañía aérea muy impopular.
Sin embargo, me parece interesante destacar un dato que es incoherente y que me genera dudas: cómo es posible que Ryanair, pese a su imagen, pese a su conducta, sea hoy por hoy la primera aerolínea de España. Más, que sea la que más crece. Más, la que más crece en Europa. Incluso cómo puede ser que algunas de sus rivales vayan perdiendo terreno si al final cobran menos y tratan mejor al viajero.
Algunos dirán que Ryanair vuela en rutas en las que no vuelan los demás. Es verdad, pero sólo en parte, porque en la enorme mayoría de sus rutas hay competencia. Por lo pronto, la hay en todas las que enlazan capitales o grandes ciudades. Y en las que son más de aeropuertos secundarios, la irlandesa suele competir con Vueling, con Volotea, con Eurowings, o con Easyjet, por poner algunos ejemplos.
Algo no cuadra, salvo que las reglas del mercado no funcionen y la gente prefiera viajar con quien lo maltrata y al final, como dicen muchos lectores, les va a cobrar bastante más que las demás aerolíneas.
¿Tienen ustedes una explicación? Porque debe de haber una.