
Si el ministro Óscar Puente estuviera buscando un alivio a las críticas de Ryanair, aquí tiene un argumento: se lo hace a todos, también a Francia, donde ha reducido en 750 mil las plazas para este invierno, sin complejo alguno, incluso abandonando tres aeropuertos pequeños, por supuesto. Francia subió un 180 por ciento su tasa aérea (Ryanair amenaza a España con recortes drásticos de rutas y plazas).
Ryanair no se anda con rodeos: cancela 25 de las rutas que operaba y abandona definitivamente los aeropuertos de Bergerac, Brive y Estrasburgo.
Lógicamente, como en España, los agentes sociales de los lugares afectados se llevan las manos a la cabeza (o a la cartera). El presidente de la Cámara de Comercio de Bergerac, por ejemplo, llega a sugerir que la decisión de Ryanair puede suponer el fin del aeropuerto, porque ahora no tendrá ningún uso comercial.
Al mismo tiempo, Italia ha acordado suprimir las tasas en los aeropuertos pequeños de las islas, lo que mejora su competitividad. Suecia, Hungría y Polonia también aplican cero impuestos. Pero el caso francés es peor incluso que el de España, que preocupa a todos los agentes de la aviación.
Ryanair, con su habitual lenguaje apocalíptico, dijo que, si se suprime la tasa, haría una inversión de 2.500 millones de euros en 25 nuevos aviones, que supondría duplicar el tráfico de la aerolínea en el país, creando 750 nuevos empleos.
Previamente a este movimiento, Ryanair había abandonado Burdeos, donde tenía tres aviones, lo que ha hecho que el balance anual de pasajeros en la terminal sea un 14,4 por ciento inferior al año pasado.