
Vueling se convertirá en una aerolínea con dos flotas, la Airbus, histórica, tradicional, y la de Boeing, nueva, desconocida. Esta es la situación transicional que se vivirá para llegar un día a ser sólo Boeing. Ese periodo de cambio tiene sus pros, no demasiados, y sus contras (Vueling: cambio de Airbus a Boeing en un máximo de 8 años).
Entre los pros, desde luego, el precio de los aviones, que no se conoce, pero habiendo sido comprados en el peor momento de Boeing, cuando nadie quería ni acercarse a estos 737 cuyos sistemas MCAS estaban siendo rediseñados, debe ser muy bajo. Otra ventaja, indudable, es que el 737 Max es extremadamente económico de operar, incluso en comparación con el A320, que tampoco está mal. Eso algunas compañías lo convierten en un activo fundamental, como es el caso de Ryanair.
Las contras son, sin embargo, tremendas. Un antiguo directivo de Air Berlín cuenta que la razón principal de la crisis de dicha compañía, desde luego no la única, fue el cambio de flota, de Boeing a Airbus. Los problemas son incontables y no se limitan a que hay que formar pilotos, lo cual es demencial, sino a que hay que crear toda una estructura, y hay que vivir una nueva cultura. Un fabricante es una cultura, es una forma de hacer las cosas y cambiar esto, que es posible, cuesta mucho dinero. Un atenuante para este lío es que Vueling es parte de IAG, que tiene áreas de la casa con grandes vínculos con Boeing, como es el caso de British Airways, aunque no en 737.
Pero hay que ser realistas: no es un cambio imposible, inmanejable. Ahora mismo tanto Transavia como Jet2 lo están acometiendo, si bien en sentido contrario, de Boeing a Airbus. Los pilotos que digan que es un retroceso se equivocan. Es una apuesta.
En realidad, es como crear una compañía aérea nueva, con todos los procedimientos nuevos. No se sabe, por supuesto, cómo va a funcionar porque aún queda tiempo, pero una posibilidad es que esos aviones nuevos no se mezclen con los 320 y algunas bases y algunos países vayan paulatinamente cambiando a Boeing, hasta que un día se afronte Barcelona, que es un monstruo de grande.
Es una apuesta muy importante por parte del grupo IAG que, desde luego, tiene músculo y gestores como para afrontar esto. Pero es muy delicado, como la propia directora de Vueling admitió.