
La estafa ha rondado la trayectoria de la familia Hidalgo. Fueron condenados por el mayor fraude al Estado de la historia, el del descuento de residentes, al mismo tiempo que está siendo investigado el rescate estatal más abultado jamás concedido, a Air Europa durante la pandemia. Pero no solo se han beneficiado, sino que lo han sufrido de vuelta en varias ocasiones.
La más reciente conocida viene de la condena a su contable histórica, y persona de máxima confianza entonces, Pilar Bonet. Una sentencia la fuerza a una pena de cárcel, tras demostrarse que iba desviando el dinero de Globalia en pequeñas cantidades hacia sus cuentas y hacia las de su hija. Una traición especialmente dolorosa.
La carrera profesional de esta estirpe está jalonada de sucesos similares, fuera con empleados pillados con las manos en la masa, o con socios cuyas aventuras terminaron como el rosario de la Aurora. Ni los mejores jugadores de cartas han podido evitar verse envueltos en sórdidas o abruptas tramas para escapar del desfalco.
Simón Pedro Barceló asestó el último gran golpe a los Hidalgo. Quedaron en shock, muy indignados, y con una profunda tristeza, cuando por un euro se les forzó a salir del capital de Ávoris, donde habían cedido casi la mitad de sus emisores Halcón y Travelplan. Fue el fin de un pasaje por la intermediación en la que durante algunas semanas estuvieron en lo más alto del país, cuando parecía que se quedarían con Orizonia.
Tras haber toreado a Iberia y a todos los ministros de Transportes, y con acceso a la Moncloa desde todos sus puntos débiles, así como a la elite del fútbol y a las agencias de modelos, el puñetazo más bajo ha sido interno, de una corriente contable que poco a poco les iba sacando los cuartos a la saga siempre en el ojo del huracán, sobreviviendo a todos ellos, y con Air Europa a pleno rendimiento, con una directiva competente y un personal de primera.