
La megafonía de la estación de Chamartín comunica a las 14 horas y 34 minutos de este miércoles que el tren destino a Vinaroz (en pantalla, Vinaros) está retrasado por un incendio en un vagón.
Los pasajeros que vamos a Burgos con parada en Valladolid respiramos con satisfacción porque no es el tren que nos ha de conducir a la capital que estos días vive sus fiestas de San Pedro y San Pablo.
Minutos después sale en pantalla que nuestro tren hacia la ciudad de la catedral cuyas torres rozan el cielo lleva demora, y se nos atraganta el almuerzo porque si el retraso es de un par de horas, adiós a la corrida de Morante.
Chamartín es un caos con o sin incendios, con o sin demoras, pero al menos los trabajadores de Renfe dan la cara y afortunadamente salimos a tiempo para llegar a la patria de Rodrigo Díaz de Vivar y ver al Rey de la tauromaquia.
El día anterior, martes, el caos ferroviario se había apoderado en el sur y cientos de pasajeros las pasaron canutas, perdiendo decenas de ellos sus conexiones de vuelos a distintos destinos, especialmente del Caribe.
En el vagón leemos que la vicepresidenta del Gobierno de España, una señora de gestos vulgares y aspavientos varios, culpa a la compañía Ouigo del caos de ese día martes y se suma a la teoría del sabotaje.
De un tiempo a esta parte, viajar en tren es una suerte, una lotería, de la retahíla de incidencias que se producen, pero vemos en Preferente que también en Barajas se ha apoderado el caos (El caos se apodera de Barajas por la falta de policías).
Del problemazo de la T4 la señora vicepresidenta de las manos quemadas no ha culpado a otra empresa ajena al Gobierno y el responsable de Transportes tampoco se ha pronunciado.
El ministro Puente, muy silencioso estos días, oh sorpresa, también culpó en otras ocasiones a Ouigo de incidencias pasadas, siempre echando balones fuera. A Ouigo y a Iryo.
Adif, como el que no quiere la cosa, hizo una nota en la que ningún momento señaló a Ouigo como causante de los enésimos líos de trenes en Andalucía del día 1, dejando a los pies de los caballos a la vicepresidenta primera del angustiado país de los retrasos.
Estamos donde estamos porque queremos estar donde se está y donde todo vale —insidias como las de Ouigo, desastres como los de Barajas, excesos institucionales como los del TC— para seguir estando en el machito. Y así estamos sin estar.