
El anuncio de Aena y la Generalitat de que se invertirán más de 3.000 millones en los próximos años en la ampliación de El Prat, ha reabierto el debate sobre los múltiples aeropuertos españoles que se aproximan al límite de su capacidad y continúan sin un plan de remodelación firme (Acuerdo para la ampliación de El Prat tras años de bloqueo).
Como publicó Preferente, el proyecto del aeropuerto catalán es clave para su conversión en un gran hub internacional. Las actuaciones se centrarán en dos puntos principales: la prolongación de la pista situada junto al mar, que se extendería hasta los 3.200 metros, según algunas fuentes, y la edificación de una terminal satélite destinada a fomentar el tráfico intercontinental (El colapso acecha al aeropuerto de Valencia sin visos de ampliación).
Y mientras se conocen estos detalles, el aeropuerto de Valencia continúa bajo amenaza de colapso por la alta demanda prevista durante este periodo estival. Hasta mayo, últimos datos disponibles de Aena, suma casi 4,5 millones, lo que supone 500.000 más que en el anterior ejercicio, cuando ya rozó su límite operativo al cierre del mismo, situado en 10,5 millones de pasajeros anuales.
De hecho, el Consejo Internacional de Aeropuertos (ACI), confirmó a Manises como uno de los aeropuertos con mayor crecimiento del mundo en su categoría (14,3% interanual). Solo cuatro en todo el mundo superaron su alza. Sin embargo, el proyecto de ampliación del aeropuerto aún se encuentra en fase preliminar.
Algo similar ocurre en Alicante-Elche. En los primeros cinco meses de 2025 suma ya 7,3 millones de clientes, unos 800.000 más que el año pasado. Así, pese a la necesidad de acometer una remodelación, de momento se ha rechazado la construcción de una segunda pista en los próximos años. El Gobierno entiende que ya “cuenta con unas instalaciones modernas, seguras, con capacidad suficiente”.
Finalmente, Tenerife Sur también está en el ojo del huracán. El sector empresarial advierte de que ya se superan los ratios de espacio por pasajero aceptables y exige la construcción urgente de una nueva terminal (T2), que tardaría entre 8 y 10 años en estar operativa. Las tensiones se viven principalmente en los controles, donde, en periodos de alta demanda, se forman largas aglomeraciones de pasajeros por la falta de medios.