
Apenas a unas horas se hacerse con un premio de cien millones de euros, Michael O’Leary compareció en una rueda de prensa en la que explicó algunas de las batallas que su compañía tiene abiertas (O’Leary, a días de llevarse cien millones de euros).
Veamos: una de ellas es contra el cierre nocturno de los aeropuertos alemanes. Esta batalla se recrudeció cuando hace unos días un avión procedente de Vilnius llegó a Berlín con siete minutos de retraso sobre la hora de cierre y tuvo que desviarse a Hamburgo, con costes adicionales mil. Así lo cuenta Ryanair, aunque en realidad el avión partió de Vilnius con bastante más de una hora de retraso y no tenía prácticamente ninguna forma de llegar dentro de los treinta minutos de ‘gracia’ que da Berlín para vuelos retrasados. No obstante, Ryanair ha puesto el grito en el cielo.
Tiene una agria guerra en Dublín, por el tope en el número de vuelos que sufre el aeropuerto, aparentemente en cumplimiento de un acuerdo con los vecinos.
Por supuesto, en España está en guerra con Aena por los precios en los aeropuertos secundarios, a los que ha reducido los vuelos. (Por cierto, las rivales dijeron que nadie se debía de preocupar que ellas ocuparían el lugar de Ryanair pero esta promesa nunca se ha concretado) (Ryanair pierde una doble batalla judicial con Aena por las tasas).
Ryanair tiene una guerra con el Gobierno francés por el impuesto a la aviación que, no obstante, paga pero no calla.
La batalla más dura es contra Eurocontrol, por la falta de plantilla en el control aéreo. Ha pedido mil veces a la Comisión Europea que actúe pero esta mira para otro lado
Está en guerra contra la dirección del control aéreo británico (recordemos que Stansted es su primer aeropuerto por operaciones) por la supuesta inutilidad en la gestión que se ha traducido en algunos vergonzosos cierres del espacio aéreo.
Tiene una batalla abierta contra Airbus por sus precios y contra Boeing, su principal suministrador, por los retrasos en las entregas.