
La recomendación general es “esté en el aeropuerto dos horas antes de la salida de su avión”. Yo, con frecuencia, recibo mails de mis aerolíneas diciéndome que por tal o cual motivo acuda con tres horas, porque al parecer algo en el aeropuerto no está funcionando correctamente. Y se curan en salud.
De modo que, por esta exagerada política de ir antes, me paso horas y horas en los aeropuertos, intentando hacer caso a lo que me dicen estos impresentables.
Al regresar, lo mismo. Con demasiada frecuencia, por la comodidad de la aerolínea, los pasajeros son abandonados en lugares remotos de la terminal, para que al día siguiente el aeropuerto pueda partir cómodamente. Los autobuses no llegan a tiempo, hay que esperar o, si hay control de pasaportes, no hay suficientes policías.
En los aeropuertos turísticos, cuando uno llega de una zona no Schengen, el español tiene que hacer cola para el control manual mientras que los ingleses sí pueden pasar por el control automático. La razón es que de esa forma el policía que pone el sello manualmente no tiene que molestarse en separar a los españoles. Y sumamos tiempo y más tiempo. Es frecuente que, tras un vuelo de una o dos horas, la salida del aeropuerto tarde otra hora más.
Lo peor es que tengo la absoluta certeza de que a nadie le importa que los viajeros tengan que pasar estos calvarios constantes. Siempre la culpa es del otro y al final es de nadie. De modo que viajar es un calvario insoportable por esta desidia que, por cierto, no es exclusiva de nuestro país.