
Nadie sabe muy bien qué pretende el secretario de Transportes de Estados Unidos cuando pregunta a los americanos qué quieren que haga para que viajar sea una experiencia más agradable. Pero sí se entiende perfectamente qué quieren decir los viajeros, los ciudadanos, cuando le contestan que suprima los controles de seguridad de los aeropuertos, que ya no los soportan más (EEUU estudia acabar con los controles en los aeropuertos).
Es absolutamente fundamental que los gobiernos introduzcan cordura y sensatez en esos controles, para que viajar vuelva a ser cómodo y sencillo. Y para que los ciudadanos no estemos en manos del humor de vigilantes que en muchos casos carecen de toda cualificación para el trabajo que llevan a cabo.
No es que uno no entienda que hay que preservar la seguridad, pero todos hemos visto cómo lo que un día nos permiten pasar, al siguiente nos rechazan; cómo personas de las cuales no se puede presumir que puedan pensar en cometer un delito son sometidas a controles indignantes; cómo nos inquieren y retiran productos con los que no existe la más remota posibilidad de que podamos secuestrar un avión. Todo esto al final depende más de si el vigilante está o no contento con las libranzas que le ha dado su jefe que con los viajeros, sometidos a situaciones inadmisibles y ridículas.
Por eso, sería extremadamente útil que Estados Unidos, que es un país histérico con la seguridad, cambiara estos controles para que los demás le sigan. Y que acabemos con estos constantes abusos que no mejoran la seguridad y, sin embargo, convierten el viajar en un suplicio.