Cerdeña es como Mallorca, pero cincuenta años atrás: ni tiene el volumen de turistas, ni dispone de la oferta de alojamientos de su isla vecina. Apenas en Costa Esmeralda, al norte de Olbia, hay desarrollos urbanísticos dignos de mención. El resto es muy poca cosa y, por lo tanto, está lleno de playas vírgenes, un hecho insólito en el Mediterráneo (Cerdeña: 20 millones para que las aerolíneas vuelen a la isla).
Pero los sardos tienen miedo de que esos paisajes se destruyan por lo que han decidido que desde este verano las playas más importantes, incluidas las de Tuerredda y Pelosa, dos de las más famosas, solo se podrán visitar mediante una reserva digital con un número limitado y con sanciones importantes por incumplimiento.
La decisión de limitar el acceso a las playas se adoptó en 2020, pero por el Covid no se llegó a poner en marcha. Las playas más importantes como Tuerredda sólo podrán recibir 1.100 visitantes al día. La medida se va a estrenar en julio.
Otras playas afectadas por la regulación son la Spiaggia Rosa, en la isla de Budelli, que está cerrada a las visitas desde los años 90; Cala Coticcio y Cala Brigantina, en La Maddalena, con sólo 60 visitantes día; Cala Brandinchi y Lu Impostu, con un límite de 1.447 en la primera y de 3.352 en la segunda; Cala Mariolu, 700 al día; Pelosa Beach, 1500 visitantes, pero con pago de 3,50 euros día; y las playas de Ogliastra, limitadas a 300 personas al día.
El régimen de sanciones puede alcanzar los 3.500 euros por persona. En todos los casos, las plazas se han de reservar digitalmente.
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