A los pies de Ashotel se acaba de colocar la recién creada agrupación de cadenas hoteleras de Canarias. De rodillas y con la cabeza gacha han pedido disculpas al presidente de la patronal hotelera de Tenerife, el muy limitado Jorge Marichal, y a sus compañeros de piel fina y miras cortas que conforman la organización. El gremio hotelero no deja de sorprender al Sector (Las grandes cadenas lanzan su propia asociación en Canarias).
La nueva asociación hotelera canaria, venida precisamente al mundo para contrarrestar la falta de acción de Ashotel, ha cedido a las presiones de su consejo, y de forma sumisa, artera y abyecta ensalza ahora en un comunicado, toma nísperos, la labor de la patronal hotelera comandada por Jorge Marichal.
Hace tan solo unas semanas los promotores de la asociación impulsada por las grandes cadenas nacionales y extranjeras pensaban de muy distinta manera que ahora sobre el rumbo y manejo actual de Ashotel, a la que cuestionaban con toda la razón del mundo.
Pero, tal cual los políticos de la peor calaña, la asociación de cadenas auspiciada por los grupos fuertes se desdice de lo dicho con anterioridad y, en una actitud de manifiesta cobardía, da marcha atrás y arrastra en su desafuero a los que no tienen arte ni parte en este enfrentamiento abierto entre uno y otro bando.
Porque hay dos bandos, el de los nativos y el de los venidos de fuera. Los oriundos siguen sintiéndose acomplejados ante los españoles y extranjeros que dieron el salto a Tenerife hace 50 años —o más en algún caso— y que fueron los auténticos impulsores del turismo en la provincia tinerfeña.
Sin Puig, Riu, Kiessling, Escarrer, Espelt, Polanco, Mestre, Fluxá, Barceló, Konrad y tantos otros el turismo no habría despegado. Pero esta bandería no está libre de pecado: en ella también anidan cobardes, mediocres y, lo que es peor, traidores. Por el dinero pierden la dignidad y los más elementales principios.
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