Lo más difícil que tenía que hacer Senegal para convertirse en un país con volúmenes turísticos respetables era seducir a algún inversor. Y lo logró: Riu se atrevió a edificar el Boabab, un hotel en primera línea de Petite Côte, al sur de Dakar, la capital.
Pero ocurrió primero una noticia tremenda: un grupo de hombres armados comparecieron en el hotel a altas horas de la madrugada y robaron. No hubo ni heridos ni muertos. Era finales de enero, pero esto no fue nada positivo para la imagen del país.
El problema es que esta semana, en la noche del domingo al lunes, otro grupo de hombres armados atacó el hotel Les Mangiers de Guéréo, situado en Popenguine, más o menos a una hora hacia el sur de la capital. Iban armados de rifles y machetes, no exactamente la mejor forma de convencer a los turistas sobre la seguridad en la zona (Un robo violento en el Riu de Senegal alarma al gobierno).
No obstante, Senegal es seguro. No es frecuente que estas noticias tengan lugar, por lo que el país recibe unos dos millones de turistas anualmente, lo que representa el 7 por ciento de la riqueza nacional.
Las autoridades locales han vuelto a ordenar un refuerzo de la vigilancia, pero el hecho es que esto ha ocurrido dos veces en un intervalo de dos meses.
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