“Doble precio”. Japón ha decidido incorporar esta figura, orientada a luchar contra el exceso de visitantes. El Gobierno mantiene el objetivo de 60 millones de turistas para 2030, lo cual no le impide desarrollar un desincentivo en la forma de dobles precios (Kioto dispara el impuesto al turismo para reducir visitas).
Un ejemplo, publicado por la prensa, es el del parque Junguria Okinawa, que abrirá este mes de julio, y que se acogerá a la nueva modalidad. Los turistas extranjeros habrán de pagar 8.800 yenes mientras que los locales habrán de pagar 6.930 yenes para entrar.
La decisión, no obstante, no provoca precisamente indiferencia porque se acusa al sistema de ser discriminatorio. Entre otras cosas, porque no es tan difícil determinar qué es un turista. El castillo de Himeji, en vez de optar por la nacionalidad, ha escogido la residencia como el diferenciador. Si usted no vive en Himeji, aunque sea japonés, pagará más.
El precio doble también se aplica en Tailandia (el templo Emerald) o en la India (el Taj Mahal).
Por el momento, toda la vida ordinaria de un turista extranjero, sus hoteles y el consumo habitual, así como el transporte, no están más caros. Sin embargo, los extranjeros acceden a sus trenes con unos precios inimaginables para un local, que lo pagan considerablemente más caro. Contradicciones que tienen las políticas.
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