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Ya ocurrió con el accidente del avión de American en Washington: sin reparo alguno, Donald Trump dijo que el siniestro estaba causado por haber priorizado la entrada de las minorías (de raza, de género, de transgénero, etcétera) en lugar de dar los puestos a los mejores. Semanas después de iniciadas las investigaciones, nada ha demostrado, ni siquiera de lejos, que Trump tuviera razón, aunque es verdad que la autoridad americana aplicaba políticas de integración de minorías en su reclutamiento para el control aéreo (Trump despide cientos de controladores aéreos).
Ahora un avión de Delta se estrelló en Toronto y las redes sociales se han visto desbordadas de acusaciones que dicen que el accidente tiene como causa que la aerolínea priorizó tener mujeres como pilotos en lugar de que el acceso a esos puestos fuera por mérito (Un avión de Delta con 76 pasajeros vuelca al aterrizar en Toronto).
A Delta no le ha quedado más remedio que contestar porque estas dinámicas en redes cuando se descontrolan pueden hundir a cualquiera. Para empezar, nada indica que el accidente sea culpa de los pilotos y, en segundo lugar, tampoco se puede determinar si otro piloto, con más formación, hubiera podido evitar el siniestro. En cambio, hay muchos indicios que apuntan a que el ala no debió de haberse desprendido. Pero esto por el momento es muy prematuro porque las investigaciones ni siquiera tienen un rumbo claro.
Delta ha tenido que salir a decir que los integrantes de la tripulación son “personas con todas las calificaciones exigidas por la FAA y certificadas para sus puestos”.
La comunicación no cae en la vergüenza de explicar directamente de qué sexo son los pilotos, pero se refiere al comandante como “he”, masculino, y a la primera oficial en femenino. El piloto tiene experiencia desde 2007 mientras que la primera oficial desde 2024, habiendo completado su entrenamiento para el puesto hace diez meses.
Vean qué locura, a qué niveles de disparate se ha llegado en esta polémica que nos enfrenta y divide absurdamente.
Aunque también podríamos encontrar algún fundamento en las sospechas porque las aerolíneas gustan de presumir del nivel de diversidad que tiene su plantilla (incorporación de minorías), lo que de alguna manera sugiere que el logro de estas metas podría lograrse bajando el rigor en las incorporaciones. Nada lo certifica. También se podría decir, sin que tampoco nada lo avale, que el crecimiento de la oferta de plazas, por el auge de la aviación, lleva a buscar pilotos debajo de las piedras, lo que podrían dar lugar a una rebaja de las exigencias.
En este nivel de locura estamos hoy, muy especialmente en Estados Unidos.