Veo con satisfacción que la máxima responsable del Inserso está decidida a reformar el programa de viajes de la tercera edad. Digo “satisfacción” porque, desde mi punto de vista, sobran motivos para cambiar lo que tal vez un día funcionó, pero hoy parece manifiestamente caduco (El Imserso se compromete a cumplir los plazos de los viajes).
Su primera gestión, en este sentido, fue sentarse con los empresarios del sector. Lógicamente, estos se limitaron a decir lo único que les importa: quieren más dinero (Imserso: reunión de alto nivel para reformular los viajes).
Es muy probable que sea necesario pagar un poco más para adecuarse al mundo de hoy. No obstante, para mí ese debería ser el segundo o el tercer paso en el proceso de reforma del programa. El primero tendría que ser una redefinición de qué se pretende.
A mí me parece fundamental evaluar si no es posible transformar el programa en otro formato. Por ejemplo, en un bono para ayudar al viajero a comprar un paquete normal, de modo que los mayores no viajen como rebaños aislados de los demás viajeros y que no sea una única empresa la que pueda beneficiarse. Con un bono, todos los viajes que cumplan ciertos requisitos podrían tener una subvención. Por ejemplo, complementar los viajes que ya ofrecen a los mayores varios proveedores. Hay mil argumentos a favor de esto.
Otra definición importante es si todos van a poder viajar o si se va a beneficiar más a los que menos tienen o menos pueden. Yo conozco muchos mayores que no tienen necesidad alguna pero que usan el Imserso de puro agarrados que son. ¿No es necesario corregir esto?
Igualmente es muy importante acabar con el espectáculo de las atribuciones de plazas actual, que no satisface a nadie. Las colas en las puertas de las agencias son simplemente lamentables. En los tiempos de Internet, esto tiene mil soluciones completamente razonables.
Después, sólo después de que el Imserso aclare qué quiere, se ha de hablar del dinero. Asunto en el que no estoy de acuerdo con los empresarios que dicen que pierden dinero. Si fuera verdad, nadie se presentaría a los concursos y, sin embargo, cada año hay postulantes, lo cual desmiente su postura.
Aunque, ciertamente, basta ver el precio para comprobar que aquello está por debajo de lo lógico.
Pero antes, hay mucho que aclarar, si es que el Imserso quiere.
