

En la actualidad, las certificaciones se han convertido en una necesidad en el sector turístico. El Pacto Verde Europeo, una iniciativa clave de la Unión Europea para convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutral en 2050, ha generado un tsunami normativo que impulsa la sostenibilidad. Este pacto, basado en la valoración de los riesgos del cambio climático, sitúa su combate en el centro de las políticas europeas.
Este marco regulatorio ha intensificado la demanda de prácticas turísticas sostenibles. Las empresas del sector deben cumplir con estándares y criterios más estrictos para mantenerse competitivas, mientras que los inversores priorizan proyectos sostenibles. Las certificaciones desempeñan un papel clave, ya que no solo avalan el compromiso empresarial con la sostenibilidad, sino que también generan confianza en consumidores e inversores, evitando el greenwashing.
Además, las certificaciones no solo cumplen con las normativas, sino que también tienen un impacto social significativo. Al promover prácticas responsables, las empresas contribuyen a la protección del medio ambiente, la conservación de recursos naturales y el bienestar de las comunidades locales. Esto genera beneficios tangibles para la sociedad, mejorando la calidad de vida y fomentando un desarrollo más equitativo y sostenible.
En mi opinión, las certificaciones son herramientas esenciales para garantizar la autenticidad de las prácticas sostenibles y combatir el greenwashing en el turismo. Por ello, es fundamental animar a las empresas a obtener certificaciones serias y reconocidas, y a los viajeros a tomar decisiones informadas y responsables al elegir destinos y alojamientos que respeten el medio ambiente y las comunidades.