Un gestor aeronáutico afincado en Mallorca me contaba que pocos entienden este negocio en toda su dimensión. Y lo decía alguien que había ocupado todos los cargos posibles en sus largos años en el sector. ¿Qué le falta a la gente de empresa, avezada en dirigir equipos y cumplir metas, para no terminar de entender a la aviación? Pues comprender su terrible irregularidad e inestabilidad: lo que hoy es una máquina de hacer dinero puede ser mañana, literalmente mañana, una máquina de perderlo. Los ejemplos son incontables, desde la pandemia que es el más obvio, a la subida del combustible, una guerra o incluso, como le está ocurriendo a Wizz Air, un fallo en un modelo de aviones.
Tal vez es con esa visión que debemos ver que si usted invirtió digamos diez mil euros en la compra de acciones de una aerolínea hace cinco años, hoy el valor de su dinero no llegaría a los cuatro mil. Una pérdida del sesenta por ciento.
No se crean que he escogido una aerolínea ruinosa, sin vida, en manos de un impresentable. No, precisamente he escogido una de las que va mejor hoy en Europa, una que tiene todos sus aviones volando y no los tiene que tener parcialmente en tierra, una cuyo fabricante le ha permitido cumplir con sus planes, que tiene grandes ingresos de la turoperación y que atiende tanto viajeros de negocios como vacacionales, con buena imagen, sin ser de las posicionadas en el segmento bajo.
Easyjet, una de las mejores aerolíneas de Europa hoy, perdió en cinco años el sesenta por ciento de su valor, lo que es absolutamente diferente de lo que ocurre con cualquier otro sector: inestable, incierto, imprevisible. Incluso tratándose de Easyjet.
¿Entendemos por qué me explicaban que esto de la aviación no es para cualquiera?
