Las encuestas indican que ninguna otra ciudad en Europa tiene la animadversión hacia el turismo que tiene Ámsterdam, pero los turistas, como si quisieran conocer a quienes los odian, parece que han decidido contradecir a la ciudad holandesa y aumentan la intensidad de las visitas (Ámsterdam sube el precio de su aeropuerto hasta un 37%).
Porque Ámsterdam no es hostil al turismo desde ayer, sino que lleva tiempo. La primera ola de medidas fue contra los establecimientos de sexo y de venta de drogas blandas, que atraían demasiados visitantes. Después se lanzó una campaña específicamente dirigida a los jóvenes británicos para que no la visiten, y ahora las medidas contra el alquiler vacacional son muy severas. Pero nada funciona.
La ciudad más importante de los Países Bajos ha alcanzado la cifra de 23 millones de visitantes anuales, pese a todas las compañas en contra. El objetivo es bajar a los 20 millones anuales. Las manifestaciones se suceden en contra del turismo. La última tuvo lugar hace un mes en contra del nuevo hotel Diamond, bajo el lema “Ya es suficiente”, que se va levantar en la famosa plaza Leidseplein.
La vivienda en Ámsterdam también se ha disparado de precio por la demanda desbocada.