Aquí, por cinismo que no quede.
Por partes. Primero: Ryanair acaba de posicionarse públicamente en Gran Bretaña a favor de que, para acabar con el mal comportamiento de sus pasajeros, se limite a dos las bebidas alcohólicas fuertes que se puedan beber en los aeropuertos de partida (usando las tarjetas de embarque). “Esto supondría viajes más seguros en los aviones”, dice la irlandesa, que también vende a bordo bebidas alcohólicas (Ryanair desglosa los costes que acarrea desviar un avión).
Segundo: los bares de los aeropuertos no quieren ni oír hablar de limitar su facturación y que, si las aerolíneas tienen problemas, allá ellas.
Pero yo iba al tercer punto: los periódicos amarillos ingleses, que venden sus publicaciones a este público, titulan que “Ryanair quiere cambiar la experiencia vacacional”. O sea, que quiere arruinarnos las vacaciones. Porque para un periódico de estos, unas vacaciones sin un buen chute de alcohol en origen no son vacaciones.
Como ven, aquí nadie se corta un pelo a la hora de defender sus intereses, que es lo único que parece moverles.