Los mecanismos de reconocimiento facial y los teléfonos inteligentes están dictando la sentencia de muerte para el pasaporte de papel, tal como lo conocemos hoy.
Finlandia, Canadá, Holanda, los Emiratos Árabes Unidos, el Reino Unido, Italia, Estados Unidos, la India y varios otros países están ya probando pasar a soporte digital todos los procesos de control de identidades en las fronteras. En Singapur, sus residentes ya pueden viajar desde el país sin usar documentación física, y los extranjeros al salir tampoco necesitan el pasaporte. Más del millón y medio de personas usan este dispositivo en esta ciudad estado, sin incidencias remarcables.
En Europa, la digitalización de las fronteras avanza a mucha velocidad, y desde este año la mayor parte de los países Schengen habrán dado un paso clave para la futura supresión del pasaporte, con la unificación de sistemas. En otros países de Europa, toda la documentación de fronteras están online y el viajero ha de aportar sus datos para confirmar su identidad contra esas bases de datos, siendo esta aportación por el momento el pasaporte físico, pero a un paso de ser reemplazado por el reconocimiento facial.
Obviamente, la desaparición del pasaporte acaba con muchos riesgos, entre ellos el de robo y suplantación de personalidad, aunque abre la vía a otros problemas que no están hoy del todo explorados.
La ventaja de la digitalización es que no se corresponde necesariamente con el nivel económico del país, porque muchos estados endebles han podido dar el paso sin grandes complicaciones.