Si usted quiere visitar estos días la catedral de Notre Dame, de París, no hay plazas ni siquiera para la primera ronda de visitas a las 6 de la mañana, cuando la saturación hace que haya que esperar nueve minutos. Apenas a las 8, el retraso ya es de 45 minutos. Después no se lo imaginan.
Notre Dame acepta visitantes que no lleven reserva, pero primero entran estos, que han saturado la web. La web sólo permite reservar tres días. Pero los técnicos conocen la demanda y saben que, si la web lo permitiera, ahora mismo Notre Dame tendría horas disponibles en febrero, porque hasta entonces no habría sido capaz de atender la demanda.
El museo del Louvre, segunda atracción de París por detrás de la catedral, sí tiene web abierta que ofrece fechas para marzo. Antes, nada.
Las autoridades turísticas no saben la razón por la cual las llegadas de visitantes en este mes de diciembre a París están aumentando un 18 por ciento respecto al año pasado. Notre Dame tiene su importancia, pero también creen que los Juegos Olímpicos muestran un notable efecto arrastre.
La ceremonia de inauguración se convirtió en un acto promocional de primera magnitud mundial, con especial incidencia en los mercados anglosajones por la presencia del futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump.