Hay que leer varias veces los objetivos de la dirección de Competencia de la Unión Europea para entender que sus políticas van dirigidas a mejorar las condiciones en el mercado, porque la simple visión de lo que ocurre es bastante confusa.
Cuando TAP, la aerolínea de Portugal, descapitalizada y sin futuro, pidió dinero público para sobrevivir, la Unión Europea le exigió que abandonara una parte de sus ‘slots’ en Lisboa (derechos de vuelo), de los cuales se benefició casi íntegramente Easyjet.
Ahora, Lufthansa compra ITA y la Unión Europea le impone a la compañía alemana que se desprenda de una parte importante de sus rutas en Milán Linate y en Roma Fiumicino. Y sólo es Easyjet quien se queda con esas rutas, al punto que tiene ahora que destinar ocho aviones de otros países exclusivamente a ‘ocupar’ esos derechos de vuelo (Lufthansa supera el último escollo para comprar ITA Airways).
En los dos casos, la aerolínea naranja se ve beneficiada con rutas a las que de otro modo tendría que luchar muchos años para acceder, no porque su producto no fuera competitivo sino porque los derechos de vuelo están ocupados y el titular no tiene obligación jurídica de abandonarlos.
En el caso de Italia, Volotea aspiraba a algunos de esos derechos, pero finalmente fue Easyjet la que se benefició. La mayor parte de las rutas están en Linate, por lo que cinco aviones de la compañía británica irán a ese aeropuerto, pero, por otro lado, Easyjet también tendrá que destinar tres aviones a Fiumicino, donde desde este verano tendrá base.
Easyjet, muy interesada en tener bases poderosas, ha anunciado que abandona Venecia, pero se mantiene en Malpensa, donde es la primera aerolínea que opera una terminal en exclusiva, y en Nápoles.