Hace ahora dos meses, el primer ministro francés, Michel Barnier, anunció que los presupuestos del país para el año que viene incluirán un fuerte aumento de los impuestos a la aviación, para lograr recaudar mil millones de euros anuales. Salen en algunos casos, hasta ochenta euros más por billete. Hubo oposición, pero ya saben que siempre tiene que haber quien no sea ecologista.
Barnier llevaba apenas unos días en el cargo y, aunque todo indicaba que era un primer ministro endeble, nada hacía presagiar que, al menos, podía durante un año o así.
De manera que Air France, como el primero de enero le iban a cargar el impuesto, decidió subir los billetes inmediatamente. Porque, de no hacerlo, iba a tener que pagar al fisco con dinero propio. De manera que incrementó los precios para todos los viajeros que compraran billetes a partir del uno de enero. Lógicamente, no para quienes fueran a viajar en noviembre o diciembre.
Las agencias de viajes le dijeron de todo: ¿cómo va a cobrar un impuesto que aún no se ha aprobado? Pero Air France no quiso escuchar, en parte porque el dinero que perdía si no ponía el impuesto era suyo y el que se perderá si no llega a implementarse no es suyo. Entre tu dinero y mi dinero, Air France no tiene dudas.
Pero Barnier ha caído por una inesperada alianza de la derecha y la izquierda.
Y con él cae el no votado presupuesto, de manera que los billetes que Air France ha venido cobrando, con el recargo, puede que terminen siendo un abuso.