La crisis financiera en Spirit, una de sus mayores aerolíneas low cost, es tremenda. Está cerrando rutas y vendiendo aviones para hacer caja, pero ni así. Ha intentado a última hora volver a ponerse en manos de Frontier, pero todo ha fracasado. El único desenlace posible es la quiebra.
En Estados Unidos la quiebra no necesariamente supone el cierre. El famoso Capítulo 11 de la legislación mercantil americana permite que la compañía, intervenida judicialmente, pueda dejar de pagar, seguir funcionando y, así, buscar una solución. Sólo este miércoles el valor de sus acciones cayó un 55 por ciento, evidencia de la crisis insoluble.
La aerolínea ha comunicado que está en conversaciones con los acreedores para renegociar los términos, aunque es pronto para saber cómo acabará.
La compañía admitió también el fracaso de la negociación con Frontier Airlines, con quien iba a unirse hace unos meses, pero al final no lo hizo porque tuvo una mejor oferta de JetBlue, operación que abortaron las autoridades americanas de la Competencia.
Spirit ha comunicado al a Comisión del Mercado que ha identificado otros 80 millones de dólares anuales en recortes a aplicar en sus gastos, lo cual llevará a cabo durante el año que viene. Los ahorros, por supuesto, suponen el abandono de rutas y la devolución de aviones a sus propietarios o su venta.