un par de semanas antes de la llegada de la noche de Halloween, el ambiente en el hotel era de todo menos festivo. Los huéspedes habían devorado el servicio de cena habían arrasado con cócteles espeluznantes, pasteles de calabaza y la especialidad del hotel: la tarta de murciélago.
El caos que había reinado en la cocina y el restaurante ya iba palideciendo la tez del jefe de sala y alargando sus ojeras a medida que se acababa el cierre de caja. Cada noche, cuando el último huésped abandonaba el comedor tenía que sacar manualmente todas las facturas del día, ¡una a una!
De tantos años teniendo que hacerlo a diario, se le habían formado callos en los dedos de tanto teclear las oxidadas teclas de su máquina registradora. De hecho, cuando llegaba a la cama seguía escuchando aquel irritante clin-clin-clin-clin que emitía cada factura al imprimirse.
Aquella noche…
cansado y harto de aquel arcaico sistema, se repetía “vamos, solo un par de horas más”. Cuando parecía que estaba a punto de terminar, la máquina cambió el compás de su sonido, comenzó a escupir facturas a una velocidad vertiginosa, como si el papel nunca se fuera a acabar.
El jefe de sala intentaba detener el papel, tocar todos los botones, pero nada parecía funcionar. Las facturas comenzaron a enrollarse alrededor de sus piernas, subiendo hacia el torso y después por ambos brazos.
“¡Auxilio! ¡Ayuda!” se escuchaba por todo el comedor. Pero los intentos del jefe de sala por escapar de aquella cola eterna de tickets resultaban inútiles. Cuando estaba completamente cubierto, la máquina hizo un ruido ensordecedor y a continuación escuchó un susurro en su oído que le dijo: “ahora tú también tienes la maldición de las facturas eternas. Ya no hay nada que puedas hacer, a no ser que uses la tecnología correcta…”.
A la mañana siguiente…
cuando apareció el equipo dispuesto a preparar el servicio de desayuno encontraron al jefe de sala convertido en momia en medio del comedor con trozo de factura que había conseguido recortar y sujetaba con su mano izquierda que ponía: ¡cambiad a Noray POS, vosotros que aún estáis a tiempo!