La prensa británica, no sólo la amarillista que en todo caso también tiene lectores, publica con detalle fotos y testimonios de turistas que hace una semana estaban en la playa tomando el sol cuando fueron rodeados por personas que les gritaban “Go home”, “Iros a casa”. Se trata de manifestantes que protestan por el exceso de turismo y que demandan medidas correctoras, aunque más bien parecen estar echando a estas personas del país.
Este fin de semana, en muchos hoteles de Playa de las Américas, Tenerife, se sugirió a los clientes, según cuentan los turistas a su prensa, que no fueran a la playa para evitar incidentes del mismo tipo. Los medios razonan que justamente estos turistas habían pagado el viaje para ir a la playa que es lo que no pueden hacer (La turismofobia en Canarias pierde fuelle: de 57.000 manifestantes a apenas 6.500).
Descontemos que en los medios hay muchas ganas de magnificar estas historias porque para el lector que está en su casa, en una mecedora a la luz de una lámpara, se trata de un asunto apasionante que vende ejemplares.
No obstante, la imagen de gente gritando a los turistas es muy dura. No puede acabar bien. No es aceptable. No es presentable.
Si tenemos turismo es porque los ciudadanos hemos votado a políticos que lo defienden. Tanto que cada año van a las ferias a buscarlos. Los que deciden son los propios canarios –mallorquines, en su caso– y no los turistas que no determinan la legislación en vigor en nuestro país.
Pero sobre todo desde el punto de vista de la educación y de las formas, no se sostiene que una persona que está en la playa sea invitada a marcharse del país a los gritos. Ni puede terminar bien que esta imagen esté permanentemente circulando en los medios internacionales. No habla bien de nosotros, desde luego. Incluso más allá de lo que pensemos sobre el número de visitantes.