Yo creo que si usted pusiera Altos Hornos de Vizcaya, la famosa siderúrgica de Bilbao, en manos de los expertos en marketing que pululan en el mundo del turismo, por supuesto que habrían encontrado motivos para calificarla como “sostenible”, porque todo hoy es absolutamente sostenible, sea o no verdad, que casi nunca lo es.
Hace dos días estuve en una zona que hasta hace tal vez cinco años era virgen. Afortunadamente, ahora ya no es un lugar ignorado sino sostenible, ejemplo de la convivencia del ser humano con la naturaleza. Nuestro entorno puesto en valor, que diríamos. Se han hecho como veinte edificios de quince pisos y se le ha puesto un nombre sugerente: “Green living”. En mi paseo, encontré que junto a un descampado donde se han abandonado los restos de obra, hay un cartel magnífico, lujoso, que indica que eso es un “huerto urbano”, donde los habitantes de esas torres aparentemente bajan por las noches para cultivar sus lechugas.
En otro edificio, aún en venta, los carteles hablan de que es el lugar en el que las emociones concuerdan con el espíritu en una simbiosis sostenible que nos prepara el futuro.
Genial: ¿cómo se nos había ocurrido mantener ese solar natural sin haberlo convertido en algo sostenible?
Francamente, el nivel de esta farsa supera muchos listones.